En estos días está terminando la vendimia en nuestra tierra, o casi terminando. Eso depende de muchos factores, desde el tamaño de su viña al turno que uno tenga en la cooperativa o la manera en la que se recoge la uva. Si de forma tradicional con esas cuadrillas de vendimiadores de toda la vida que venían a nuestras casas, siempre los mismos y a los que tratábamos como de la familia, o con las vendimiadoras de hoy en día que, si bien han traído rapidez a la vendimia y otras ventajas competitivas, también han eliminado en muchas ocasiones esas reuniones de vendimiadores alrededor de una sartén de migas o de gachas. Me gusta fijarme en toda la liturgia de la vendimia, en todos los gestos que se repiten año tras año.
En esos olores tan familiares de mi infancia y en cómo han ido cambiando las cosas. Antes, en las casas todos tenían asignado un cometido en estas fechas. Los hombres y las mujeres. Sólo se veía el de los primeros, por eso yo quiero destacar hoy el de ellas. El de las mujeres en vendimia. Esas mujeres que se encargaban del ” ato”. Comida contundente y natural donde no podían faltar la harina de almortas para las gachas o las latas de tomate para la pipirrana del mediodía. Y todo limpio y aseado para hacer más fácil el trabajo. Ellas se quedaban haciendo esa tarea, no iban al campo. Preparaban.
Hace ya mucho tiempo tuve el placer, que desde entonces disfruto año tras año, de ir a la improvisada barra de la Cooperativa Virgen de las Viñas de Tomelloso. Vivo ejemplo de la importancia del campo y de la agricultura en Castilla-La Mancha y del cambio y del, progreso de los últimos años. Hoy las mujeres no se “limitan” a preparar. Hay mujeres tractoristas, mujeres pesando, mujeres en la descarga, mujeres en la degustación de un vino o de un botellín, codo con codo con otros agricultores que comentan como ha ido el día, como va el grado o como esperan que se pague este año. Mujeres en la Junta Rectora que preside de forma ejemplar Rafael Torres. Incluso hay mujeres que esperan allí a sus “hombres” sabedoras de la dureza del campo. Una ciudad dentro de otra, grandes las dos y necesarias entre sí para saberse y ser lo que son.
Y como no, dentro de ella, como en todas nuestras ciudades y pueblos, un punto de encuentro, un lugar donde comentar, donde compartir, donde descansar de la faena. Como en tantas ocasiones, un bar. Una barra, la de la cooperativa de la Virgen de las Viñas. Al frente encontramos a “ Jose”. Me cuenta, con mezcla entre humor y asombro que el año pasado, solo en los días de vendimia, se consumieron más de 900 kilos de cacahuetes o lo que es lo mismo, un remolque entero de cacahuetes para ayudar al trasiego, no de los depósitos, sino de los gaznates secos de un día entero vendimiando. Poca cosa comparada con las dos cajas de huevos que a diario se cuecen para el mismo menester. ¡Más de 700 huevos…! Son los reyes de los aperitivos, que junto a las pipas y los cacahuetes, abren camino a morcillas y panceta asadas como Dios manda.
Entre el crujir de esos 700 huevos duros que estrellan los tractoristas contra lo que más a mano viene, y a medida que cada producto cumple su función, el ánimo pide conversación, y ésta desemboca a menudo en echar un chiste socarrón personalizado y con dedicatoria, pero siempre con respeto y con una gracia especial, como la que tiene Eusebio, que en América sería un “self made man”, abulta, y aquí es un hombre cabal que ha luchado y ha sacado a su familia adelante con éxito, como tantos otros.
Y se habla de agricultura, y de mejorar la comercialización, y de la calidad cada día mejor de nuestro vino. Pero nadie habla del PDR que el Consejero de Agricultura se empeña en criticar una y otra vez; como tampoco hablan, como lo hace el Consejero Martínez Arroyo de la PAC para quejarse… Saben, porque lo viven, lo bien que ha cumplido la Cospedal que les ha pagado y de que los 700 huevos diarios que allí se echan, no son nada comparado con los que ella ha echado para sacar esto adelante. De esto si hablan, entre vinos cacahuetes y crujir de huevos, esta vez duros y estrellados contra algún botellín de Mahou que se cuela con impostura. Tampoco hablan mis agricultoras de la monserga que se empeña en repetir Martínez Arroyo, de que Cospedal no pagó las facturas de la Cumbre del vino porque saben ellas que pagó, las suyas, las que sirvieron para ayudar al sector, y las de los de antes que les sirvieron a ellos para vivir como reyes . Y bien que lo pagó, hasta la última subvención para modernizar el sector, para ayudar a nuestros jóvenes agricultores o para poder exportar vino al último lugar del planeta. Tal vez por eso lo que sí dicen los agricultores en ese ” ecosistema ” de la vendimia que es esa maravillosa barra de la Cooperativa Virgen de las Viñas, que al que no han visto vendimiar por allí nunca es al Consejero de Agricultura. Y si no se lo creen, mírenle los zapatos, decía un hermano que asomó la nariz a media conversación.