Cada vez que veo los resultados de las elecciones catalanas, no puedo evitar un regusto amargo al pensar que, de haber contado con unos dirigentes de mayor estatura política y menor cobardía, el problema de la independencia de Cataluña se habría solventado el pasado domingo, al menos durante unos cuantos lustros. Si hubiéramos seguido el modelo británico o canadiense, ese día se habría celebrado un referéndum cuyo resultado habría sido la salvaguarda de la unidad de España y la desaparición del escenario de un irresponsable como Artur Mas.
Lo acontecido el 27S debería servir, entre otras cosas, para convencernos a todos de la necesidad ineludible de una reforma constitucional que resuelva de forma duradera la crisis de la estructura territorial española. Aunque en el curso de los últimos años se ha dilapidado un tiempo precioso y dinamitado muchos canales de comunicación entre Madrid y Barcelona, todavía no es tarde. Según diversos analistas políticos que conocen en profundidad la sociedad catalana, además de ese 52% del electorado que se ha posicionado contra las fuerzas secesionistas, existe una cantidad relevante de ciudadanos que votaron a Junts Pel Si más para forzar al gobierno central a negociar un estatus aceptable para Cataluña que para conseguir la independencia. El gran problema reside en quién va a ser capaz de gestionar ese proceso tras las elecciones generales de diciembre.
Rajoy, obviamente, no. Su campaña electoral ha sido un desastre sin paliativos que ha reducido al PP catalán a la total insignificancia parlamentaria. El presidente del gobierno carece de las ideas, la perspicacia, la iniciativa y el coraje necesarios, y no va a cambiar en tres meses. El PP necesitaría a otro candidato para las generales o que Rajoy delegara en alguien con más inteligencia negociadora, como hizo David Cameron con Gordon Brown en Escocia.
El PSC-PSOE ha conseguido evitar el desastre, pero ha quedado muy lejos de recuperar la influencia que tenía en Cataluña, indispensable para obtener un buen resultado en diciembre. Entretanto, Pedro Sánchez sigue sin concretar su oferta federalista, gracias entre otras cosas a la labor obstruccionista de Susana Díaz.
Las elecciones catalanas han confirmado también el declive a toda pastilla de Podemos, desplome que puede ser irreversible si continúa dirigido por alguien tan insustancial como Pablo Iglesias.
En definitiva, cabe esperar que el gran éxito cosechado por el tándem Albert Rivera/Inés Arrimadas en Cataluña facilite la consolidación de Ciudadanos como alternativa a nivel nacional para que obtenga en las generales un grupo parlamentario con capacidad de influir decisivamente en las iniciativas que el próximo gobierno tome en materia territorial.