Las elecciones catalanas nos dejan muchos datos que invitan a la reflexión. Uno de ellos pone sobre la mesa con crudeza una verdadera paradoja. Unió, se queda fuera del parlamento catalán. UDC ha logrado 96.335 votos, y queda fuera del Parlamento Catalán al no lograr el 3% necesario para conseguir representación. El partido de Duran i Lleida, quizá una de las figuras políticas más relevantes tanto en Cataluña como en el resto de España, se convierte en partido extraparlamentario en su tierra, en el lugar del que obtiene su fuerza electoral, su esencia como formación política. La paradoja es, que al menos en los próximos meses Unió tendrá representación en el Congreso, de los Diputados y sin embargo no la tendrá en el Parlamento de Cataluña. Es verdad, que los momentos en los que se producen las elecciones que determinan esta situación son muy distintos y sobre todo muy lejanos en el tiempo. Pero también es verdad que mientras Unió tendrá voz y voto en el Parlamento Español, dentro del grupo parlamentario catalán, en Cataluña escucharán desde fuera del Parlament lo que pasa dentro.
En las pasadas elecciones generales de 2011, Convergencia i Unió, obtuvo 1.014.263 votos que determinaron la asignación de 16 diputados. Por su parte, IU, siguiente grupo parlamentario de ámbito nacional en número de escaños actualmente, obtuvo 1.680.810 votos. No obtuvo sin embargo más escaños, ni tan siquiera igual número o parecido, los que el actual sistema electoral español le asignó fueron 11. En pura proporción con el grupo catalán, debería haber obtenido entre 26 y 27 Diputados. O si se quiere hacer al contrario, el grupo catalán, debería haber obtenido, dando por justos los escaños de IU, entre 6 y 7 diputados. Para IU cada diputado supone el voto de más de 152.000 personas, para CiU, menos de 64.000. Con alegre amargura lo recordaba Cayo Lara entonces. El resto de comparaciones que se hagan entre partidos nacionalistas y nacionales determinará de igual forma el “privilegio” que nuestro sistema atribuye a aquellos en detrimento de éstos.
No puede entenderse entonces que un parlamento nacional se constituya con ventajas para quienes representan intereses no nacionales, sino territorialmente inferiores. No es lógico que se conviertan en jueces en el parlamento español aquellos que condicionan su voto a cuestiones que en la mayoría de las ocasiones nada tienen que ver con el interés general de España. Y aquí es donde la cosa se pone ardua, aquí ya no hablamos de diputados, sino de euros o de derechos para unos en detrimento de otros.
Que nuestro sistema electoral general debe ser reformado no es una cuestión nueva ni pacífica. Sin embargo es una cuestión inaplazable por más tiempo. Cada legislatura que pasa, son mayores los efectos de la desigualdad. Cada legislatura que pasa se constituye en una nueva oportunidad para el agravio.
Quizá ayude a tomar la decisión el hecho de ver durante estos meses a Duran i Lleida sentado en Madrid en su escaño del Congreso de los Diputados, y a la vez no ver a nadie de su partido en el Parlament de Catalunya.