Resulta curioso como el lenguaje puede llegar a pervertirse. Escaño ciudadano, además de una completa nadería, es un claro ejemplo de esa perversión del lenguaje, esta vez en el ámbito político.
Qué es un escaño sino la suma de las voluntades de los ciudadanos que deciden otorgarlo a una persona para que les represente. Pocas cosas pueden tener un origen tan ciudadano como un escaño. ¿Por qué, entonces, crear un escaño ciudadano, si ya lo es?. Mucho ha discutido la doctrina sobre este asunto. Y no han sido unánimes las teorías que han buscado explicaciones. Así, en primer lugar encontramos la denominada “teoría de la interpretación ciudadana”. Sus autores defienden la necesidad el escaño ciudadano por el hecho de negar a los diputados cuyos partidos los proponen la capacidad personal de interpretar, saber o conocer el sentir ciudadanos. Así, los diputados con escaño ciudadano, se erigen en una suerte de sumos sacerdotes de la interpretación del sentir popular, en cuyo nombre hablan. Estos autores, generalmente del este y el Caribe, suelen propugnar el escaño ciudadano vitalicio.
A esta teoría, vigente hasta hace una década, le sucede en el tiempo la denominada “teoría de los actos ajenos”. Llamada así por los estudiosos por ser su principal característica la de propugnar la ausencia de voluntad propia del diputado llamado ordinario o normal. A cada uno de estos diputados, se les asigna un escaño ciudadano virtual, conocido en la ciencia como “mirror deputy”. Se trata en síntesis de utilizar la aplicaciones informáticas nuevas para determinar la voluntad del diputado, que como ha quedado dicho no la posee. En esta teoría existe una sub-variante denominada de la irresponsabilidad ciudadana, cuya característica principal reside, además de la citada de la nula voluntad del diputado, de atribuirle la de la irresponsabilidad de sus actos propios toda vez que estos emanan de los ciudadanos, auténticos y verdaderos poseedores de la voluntad y de la responsabilidad. El diputado nunca comete errores, y si los comete los responsables son los ciudadanos.
Por, ultimo, cabe citar la “teoría del movimiento nulo o síndrome del escaño ciudadano”. Partiendo de la idea de la natural tendencia del diputado a la inactividad menta, trata de paliar este mal mediante la figura del escaño ciudadano. Así, según estos reputados autores, son los ciudadanos los que subvienen al diputado en su inactividad, realizando su trabajo por él.
Los autores negacioncitas de la vigencia del escaño ciudadano forman la denomina escuela fascista o casta. No poseen legitimidad alguna, pues aunque votados por ciudadanos en mayor numero que los que proponen los escaños virtuales, éstos les niegan todo tipo de representatividad, si bien nunca lo han podido explicar en términos científicamente coherentes.
Sr Molina, ¿no es mejor ponerse a trabajar? ¿No es mejor hablar con la gente? ¿Ha probado a dar su número de teléfono? ¿Ha probado a usar el correo electrónico que tiene publicada la página web de las Cortes? ¿Sabe usted la de cosas que se escuchan en los mercadillos, en los bares, en las tiendas, incluso a la salida de misa?
Usted mismo ciudadano.